Madame Bovary supone la cumbre del realismo, especialmente francés. Flaubert nos regala una novela en la que su protagonista no deja de ser una heroína de la época, caracterizada no por llevar capa, sino por su atrevimiento. Sin duda, el personaje rompe con la tradición literaria femenina, incluso podría considerarse que la novela en sí lo hace.
Emma, a quien conocemos como madame Bovary, es el reflejo de la idealización de la vida. Es una mujer soñadora que había construido un futuro envidiable incluso para las protagonistas de las novelas que estaba habituada a leer. Casándose pensaba que lograría alcanzar esta vida de ensueño pero la realidad le golpea fuerte tras hacerlo, lo que le lleva a sumergirse en una decepción abismal. Sin embargo, madame Bovary se niega a renunciar a la vida a la que ella aspiraba y, a pesar de que es consciente de que no podrá acercarse a lo que había dibujado en su imaginación, tratará de encontrar la manera de conseguir lo que se merece. Para ello, recurrirá al amor en una vertiente completamente distinta a la que su marido le ha dado hasta el momento.
Bovarismo es un término que leí en una ocasión, hace unos años, en un escrito de mi abuela. Antes de introducirme con la segunda lectura complementaria, hice memoria y recordé el término y supuse que estaba ligado a la novela. Se trata de un concepto que alude a aquellas personas que, por haber idealizado el amor, se desilusionan al iniciar una relación y descubrir que no es como había imaginado. Podría decirse que, en algún momento, todos hemos experimentado esta sensación de decepción al saber que en una relación hay más cosas que detalles bonitos. Sin embargo, el amor consiste en aprender a querer también esas pequeñas cosas que oscurecen un poco a la otra persona; crear la relación perfecta dentro de la imperfección. Y, considero, que la protagonista no supo hacerlo. De hecho, lo que hizo fue refugiarse en la tristeza y esperar a que las cosas cambiasen solas.
“Su amor —pensaba
Emma— debía de ser inagotable para poder derramarlo con tanta abundancia sobre
la muchedumbre.”
Nos encontramos ante una historia densa, lenta y llena de descripciones. Mentiría si dijese que no soy una fanática de este tipo de historias ya que considero que muestran la esencia de la vida, la cual no deja de ser densa y lenta, al igual que los adjetivos que he utilizado para describirla. No obstante, tiene su encanto, al igual que la obra que nos acontece. La trama no es compleja, de hecho, es tan real y simple como la vida misma.
Flaubert rompe con la manera tradicional de representar a las protagonistas femeninas. En Emma Bovary encontramos a una mujer que no es sumisa ni abnegada, sino que es fuerte y fiel a sus emociones, tanto que la racionalidad se queda a un lado y prima la impulsividad. Flaubert deja ver a una mujer que rompe con los estereotipos, con una personalidad compleja que anhela con la libertad, la cual considera que se le ha arrebatado por ser mujer. Nos encontramos con un personaje encerrado, no solo en el sentido literal de la palabra, ya que se puede apreciar como los diferentes hogares en los que se desarrolla la vida de madame Bovary son una especie de prisión para ella, sino también en el sentido metafórico: es presa del mundo imaginario que se ha creado así como de la sociedad burguesa de la que aspira formar parte. En ese sentido, vemos cierta similitud con el personaje de Rosalía, en La de Bringas. Emma busca una vida que ha encontrado entre las páginas de los libros, dando lugar a la reflexión del lector: ¿hasta qué momento tenemos que creernos las historias de las novelas, dónde está establecido el límite de la verosimilitud?
Realmente, madame Bovary aspira a la vida de un hombre. A raíz de esta idea, me gustaría comentar dos aspectos:
- Madame Bovary representa el erotismo y el deseo sexual que, de primeras, solo era aparente en los hombres. Los prejuicios sobre el placer femenino son inmensos, y si hoy en día lo son, en la época en la que se desarrolla la novela, estos se incrementan.
- Busca prestigio, especialmente económico, el cual únicamente era posible en un mundo de hombres, por lo menos en lo que se refiere a independencia económica.
“Solo
su amor la hacía padecer, y sentía que el alma se le escapaba por su recuerdo,
como los heridos al agonizar sienten que se les escapa la existencia por la
sangrante herida”
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